Paper #22
ILUSIÓN POR HABITAR
“Algunos sostienen que Lluís Nadal siempre hace la misma planta, quizás porque él mismo se define como artesano. Yo más bien pienso que, aunque todas pertenecen a una misma familia, cuyo parentesco reside en los conceptos que las engendraron, todas poseen su propia identidad”(I)
Así acababa el artículo que escribí para la revista Fundamentos del COAM sobre Nadal, hace ahora diez años. Oportunidad que siempre agradeceré a Jordi Badia, que me recomendó para tal encargo, pero que, sobre todo, me permitiría conocer a Lluís, arquitecto por el que yo sentía una gran admiración. Al principio, la contienda no fue fácil. El escepticismo de Nadal respecto a un encargo que llegaba de Madrid a una desconocida tensionó nuestro primer encuentro. Ninguno de los dos sospechó entonces, como diría Bogart, que aquel podía ser “el comienzo de una hermosa amistad”. Tanto es así, que esta entrevista se nutre o recupera algunas de las conversaciones que eventualmente hemos mantenido a lo largo de estos diez años.
El parentesco entre proyectos, que se deduce del artículo anterior y de la afirmación del encabezamiento de la presente entrevista, nos lleva a preguntarnos si Nadal siempre tiene en mente una casa, una sola casa, global e indefinida, como una representación del universo interior del arquitecto, independientemente del espacio concreto. De hecho, al mirar algunos de los proyectos que diseña para sí mismo o su familia se confirman los mecanismos y estrategias citados. Pero, además, al combinarse con la sección, mucho más limitada en los proyectos de vivienda colectiva, se aprecia hasta qué punto es capaz de llevarlos al límite. Sirva como preludio de esta entrevista la revisión de los dos proyectos que Nadal construye en la Fosca.
En 1977, a primera línea de mar, Nadal construye una tipología aterrazada que al ser estacional prioriza las vistas respecto a la orientación. La rotunda cubierta se solapa a la generosa terraza en un porche que enmarca el paisaje a contraluz. La atmósfera de la casa es sombría y fresca; la claridad penetra gradualmente en la casa gracias a la configuración de la planta. Por un lado, la sala se dispone en profundidad hacia el corazón de la casa, mientras la cocina, que se retrasa respecto a la fachada para que el comedor disfrute de las vistas, se despega del forjado y se perfora con ventanas que actúan como pasaplatos. Como si se hiciera necesario desmaterializar, vaciar los elementos, para drenar el máximo de claridad hacia el interior. Dos núcleos servidores despegados del perímetro organizan bucles de dobles circulaciones que ofrecen infinitos recorridos por la casa.
Pero más allá de la tipología, lo que fascina de este proyecto es la agregación. Un pasaje escalonado, que se adapta a la pendiente del terreno, da acceso a cuatro viviendas, superpuestas dos a dos, a uno y otro lado del pasaje, y actúa además como un patio lineal que conecta las viviendas con el mar. Pequeñas aberturas al pasaje mejoran la ventilación cruzada de las viviendas, pues al estar orientado hacia la brisa del mar y estrechar su sección se incrementa la velocidad del aire y la sensación de confort en verano. Al sacar unos cubículos con uso de lavadero, protegido de las vistas por un pequeño patio para el tendido de la ropa, Nadal construye una secuencia de luces y sombras que pautan el recorrido de entrada a las casas, colocando aquella pieza que suele esconderse, el lavadero, en la zona más pública de la casa, el umbral. Pero lo más interesante es que esta fisura que escinde el volumen, el vacío, es el elemento que como estrategia de proyecto concede grados de libertad a la propuesta. Como se aprecia en la sección que superpone dos perfiles, la casa se escalona con desniveles adecuados para ser un soporte apropiable, sin la necesidad de seguir estrictamente la pendiente, mientras el pasaje permite el acuerdo entre la sección natural del terreno y la topografía habitable de la casa. Una topografía que desdobla el suelo de la sala para transformarse en bancada tanto para sentarse como para acoger los objetos domésticos que colonizan el estar. Apenas sin mobiliario la casa se activa y consigue un equilibrio que sugiere sin imponer un modo de habitar.
Volviendo a la entrada, la puerta de la vivienda está a la cota del pasaje mientras una escalera de una jerarquía menor se desdobla contra pendiente, ya en el interior de la casa, para alcanzar la cota y las vistas al paisaje. La decisión de la agregación, cómo se organiza el acceso a las viviendas, es siempre clave en cualquier proyecto de vivienda. Pero además, en este caso, define la manera en que el edificio se relaciona con el lugar; pues al reseguir el camino de ronda que perfila la costa de Palamós, uno se da cuenta de que Nadal interioriza un fragmento de este abrupto recorrido en el interior del edificio. Incluso las pequeñas escaleras de piedra, que se desdoblan para acceder al mar, recuerdan a las que discurren ya en el interior de la vivienda. Con esta operación, el arquitecto no solo liga la casa al lugar, sino al territorio.
Diez años después, también en la Fosca, Nadal plantea cuatro viviendas en hilera dispuestas en abanico. Esta primera decisión junto a la de desvincular el aparcamiento de la casa para agrupar las plazas en un cuerpo independiente conforman una pequeña plaza de encuentro. La geometría centrípeta, en lugar de paralela, genera una confluencia sobre un espacio compartido por la pequeña comunidad y desde el cual cada familia accede tangencialmente a su vivienda. Un acceso no frontal que anticipa la manera en que se articula el interior. Normalmente, en la tipología de casas en hilera la escalera se suele situar cerca del centro de gravedad de la planta para minimizar recorridos. En este caso, Nadal la coloca en la fachada principal, aprovechando la geometría en abanico donde tiene más desarrollo de fachada, de manera que al ser de un solo tramo desembarca en el centro de gravedad de la planta superior sin hipotecar parte de la fachada norte, de menor perímetro. Dicha ubicación, al fondo de la sala, hace necesario que se atisbe desde la entrada. Así, en diagonal el espacio se va desdoblando telescópicamente en una sucesión de lugares: el vestíbulo junto al acceso, el comedor junto a la cocina y la sala en fachada.
La dirección de la mirada y la energía que todo movimiento imprime sobre un cuerpo al desplazarse generan un vector que atraviesa el interior para abombar la fachada generando una concavidad que aloja la escalera y provoca la rotura del volumen por la esquina. Y, como siempre en Nadal, cada operación sirve para más de una cosa, pues dicha concavidad es una convexidad en el exterior que resguarda la privacidad entre viviendas. La parcela de una misma familia permite dos espacios comunitarios: un jardín en la parte convexa y un patio de acceso en la cóncava, y elimina los muros que separan viviendas y propiedades. El repliegue de la volumetría genera una separación, cuyo espesor no es un muro sino el grosor de la escalera. El desdoblamiento de la cubierta permite la aparición de un lucernario que ilumina la escalera, así que la fuga espacial coincide con la entrada de luz cenital que refuerza la verticalidad del espacio en ese punto. Como en el proyecto anterior, Nadal rehúnde el suelo un par de escalones generando esa depresión habitable que permite que la escalera no llegue al suelo y se lea como una excavación del volumen en esquina, más que como una descomposición de la esquina. Cuando los mismos mecanismos se potencian en sección, la fuga espacial se hace más visible y su efecto descompresor del espacio también.
Hace años, leí un escrito de Quetglas a propósito de Siza que citaba una manera de entender su arquitectura:
“Siza siente el espacio como una presión contra los pulmones, a la que debe responder tanteando con los ojos la salida, doblando y empujando muros, en el apremio ansioso por sacar los ojos a respirar. La mirada no debe quedar recogida en un recinto, rebotando a ciegas de pared a pared, sino que siempre ha de poder llegar a escurrirse en escorzo, por alguna diagonal, hasta sentirse al aire libre. Cuando se entra en un interior, la primera mirada ha de ser siempre para comprobar que, efectivamente, se dispone de salida. El ansia por salir se abre paso. Y la satisfacción no procede por estar al aire libre, sino por desasirse del ahogo e ir saliendo al aire libre. Todo lo que ocurre es que Siza padece claustrofobia.” (II)
Yo no sé si Nadal sufre claustrofobia, en cualquier caso, este pasaje sugiere una posible manera de interpretar su arquitectura. Dejando a un lado la anécdota, cabe señalar la necesidad que sienten ciertos arquitectos de proyectar habitando, de visualizar cada rincón del espacio; como si a cada trazo, cada línea del dibujo se encarnara en experiencia; como si momentáneamente no hubiera separación entre el dibujo y la propia vivencia.
También cabe preguntarse si el modus operandi de Nadal responde solo a una pulsión interna o si recibe y reconoce influencias externas. Sin preguntarle, en una de mis visitas para realizar esta entrevista, Nadal me sorprende con una fotocopia de la pág. 60 del número 120 de la revista AA Aujourd’hui/abril mayo 1965. Se trata de un artículo sobre un edificio residencial de Kaija y Heikki Siren, realizado en 1963, en Otaniemi. La influencia nórdica no emana solo de Alvar Aalto, sino del extraordinario trabajo de esta pareja de arquitectos, herederos del mejor racionalismo escandinavo. Dado que, bajo la excusa de distintos artículos, ya son muchos mis encuentros con Nadal, este hallazgo se revela como un atesorado secreto cuando Lluís confiesa: “Ahí empezó todo”. Basta una mirada rápida a la planta para entender el comentario.
MP A propósito de esta referencia, ¿Cómo accedíais a la información sobre arquitectura contemporánea?
LLN Aprendí mucho de mi suscripción a la mencionada revista, sin menospreciar la preciosa ayuda de Montserrat Roca, bibliotecaria de la Escuela y experta conocedora de las grandes figuras de la arquitectura moderna a las que nunca mencionaron o se refirieron nuestros catedráticos de proyectos, inmersos en el clasicismo, a excepción de Roberto Terradas en el último curso de la carrera. En cuanto a viajes, guardo el mejor recuerdo del efectuado por la ETSAB al País Vasco con Oriol Bohigas. Allí empezó con más fuerza el hormigón armado, mientras aquí seguíamos haciendo obra de fábrica y muros de carga. Hasta las casas unifamiliares más sencillas se construían con estructuras de hormigón. Yo me resistí mucho al cambio.
MP Alguna vez me has contado que recuerdas con precisión ese punto de inflexión.
LLN Sí, era el año 1975 y asistí a una conferencia de un arquitecto argentino en el Colegio de Arquitectos. Fue la primera vez que escuché que empezarían a implantarse los aparcamientos bajo los edificios de viviendas. Piensa que te estoy hablando de una época en que había pocos coches.
MP Ahora mismo se apunta a un cambio de modelo en el que aparece la necesidad de disminuir la presencia del coche en la ciudad, como transición hasta lograr eliminarlo. Este cambio ya se recoge en la normativa y, en lugar de una plaza por vivienda, en función del tipo de viviendas, se reduce a una plaza cada cuatro viviendas. También se regula el número de plazas de motos y bicicletas. La intención es eliminar la excavación en el subsuelo o reducirla al mínimo y, en el caso de tener que construir un aparcamiento que este pueda adaptarse en el tiempo a otro tipo de uso. Dada la importancia que tú concedes a la estructura como conformadora de espacio, ahora que empezamos a ver posible reducir o incluso eliminar los aparcamientos: ¿Crees que este cambio volverá a afectar al proyecto de vivienda
LLN Seguro que sí. Me parece un gran acierto porque siempre he pensado que condicionar la casa, el espacio para las personas, a los radios de giro de los coches es un sinsentido. De hecho, si volviera a la escuela, seguiría poniendo como ejercicio una planta configurada con muros de carga para que el alumno entendiera la relación entre la estructura, el espacio y el orden de la planta.
Pero también te digo que me parece que aún tardará en imponerse este modelo porque mucha gente que vive fuera de Barcelona, si no mejora la red de transporte público, no tiene más remedio que seguir ligada al coche.
MP Se hace evidente la necesidad de la normativa, no solo para regular, sino para promover e impulsar cambios importantes en un sector con una enorme inercia y resistencia al cambio. Especialmente en el proyecto de vivienda colectiva, como ámbito muy regulado, ¿crees que la normativa limita en exceso
LLN La normativa me parece indispensable, pese a la opinión muy extendida y muy poco razonada de que condiciona excesivamente el proyecto de vivienda social hasta convertirlo en la cenicienta del trabajo del arquitecto. Siempre he pensado que la interpretación de la normativa daba juego a la creatividad y que ciertas constricciones suponían un desafío más que una pérdida de oportunidad.
MP Estaremos de acuerdo en la importancia de que la normativa esté enfocada a unos objetivos ambiciosos que no solo eviten la especulación, sino que alienten cambios necesarios que ajusten y actualicen el marco en el que se desarrolla la arquitectura, que desgraciadamente siempre va muy lenta respecto a las necesidades sociales y la realidad vivida.
Tú mismo participaste en la modificación del Decreto de Habitabilidad del año 2009, poniendo a prueba tus propios proyectos como test de las nuevas exigencias planteadas.
LLN Sí, fue una experiencia muy interesante, liderada por Núria Pedrals y Rafael Cáceres, en la que participó mucha gente. Una propuesta muy inclusiva que debía recoger la opinión de todos los agentes del sector: arquitectos, constructores y promotores, públicos y privados. Mi colaboración consistió en debatir y comprobar cómo afectaría el nuevo decreto a la planta de un proyecto que estaba construyendo en ese momento, un bloque de 13 metros de profundidad, de cuatro viviendas por rellano, con patios. Al incrementar toda una serie de factores como las dimensiones del patio normativo, la superficie de los pasillos y de la habitación mínima, así como la necesidad de más reserva de espacio de almacenaje, se llegaba a la conclusión de que la profundidad del bloque era insuficiente. Para trabajar con la hipótesis de un nuevo parámetro, se tomó una crujía de 16 metros, más adecuada al uso aparcamiento. Pues la no coincidencia de la ocupación bajo rasante con la huella del edificio puede ocasionar problemas.
MP ¿Cómo afectaron estos nuevos requerimientos a la tipología?
LLN Introducimos la accesibilidad, que todas las viviendas fueran practicables, más allá de las adaptadas, para que todas las personas pudieran desenvolverse en cualquier vivienda de nueva planta. Esto implicaba pasillos y baños capaces de inscribir círculos de 1,20 m, y el consecuente aumento de superficie del mínimo normativo. Como conclusión, esta medida llevaba a poner en crisis los pasillos. Se hacía muy necesario eliminar la segregación de las zonas de día y de noche, separando habitaciones, para intercalar la sala de estar en una posición más central, capaz de incorporar las circulaciones.
Por otro lado, al aumentar la superficie de los patios, estos adquirían un tamaño y un grano en la planta que les permitía trascender su función servidora, les otorgaba otra función. Los patios pasaban a relacionarse también con el espacio servido, como una pieza más de la secuencia espacial. La sala de estar intercalada y central, la cocina comedor y el patio se leían como tres espacios concatenados de dimensiones muy parecidas. Una larga diagonal visual atravesaba toda la casa hasta alcanzar el patio. Este mecanismo junto a la doble circulación y los recorridos periféricos siempre fomentan la ilusión de una vivienda más grande de lo que es en realidad.
MP Es curioso que el cambio de sintaxis, las relaciones entre las piezas servidoras y servidas, conlleva un reparto más equitativo de superficies, con la consecuente pérdida de hegemonía de la sala y el desplazamiento del comedor desde la sala a la cocina abierta. Y es precisamente la calidad y la dimensión del patio lo que transforma la cocina-comedor en un espacio servido. Así, la sala-comedor evoluciona a la cocina-comedor. Todos estos matices, que no parecen a primera vista grandes cambios en el soporte arquitectónico más allá de la mejora espacial y el confort visual, siembran la semilla de otras formas de habitar más inclusivas e igualitarias. La equiparación de espacios de la zona de día fomenta la ambigüedad de uso y es el paso previo a la matriz de habitaciones indiferenciadas que ha proliferado en los últimos tiempos.
Sin embargo, aunque el Decreto del 2009 influyó porque se ha mantenido la accesibilidad, este estuvo muy poco tiempo en vigor, precisamente porque imponía medidas que fueron criticadas especialmente por el sector privado. Por ejemplo, la superficie de la habitación más pequeña que fijasteis en 8 m2 se anuló y volvió a permitirse habitaciones de 6 m2. Así que no siempre la regulación y la normativa avanzan hacia delante.
En estos cincuenta años de trayectoria hemos visto desaparecer la chimenea, el office y el recibidor. Cada vez que comentamos proyectos actuales de vivienda te sorprendes del papel que tiene la cocina en las plantas contemporáneas, como elemento distribuidor en lugar de espacio segregado. Esta posición permite eliminar pasillos, como lo hacía el comedor en tus proyectos, mientras la cocina se situaba al principio o al final de la casa, pero casi nunca en el medio. ¿Qué opinas de esta opción?
LLN La única pega que encuentro es el carácter muy expuesto de la cocina a la vista en el centro de la casa. Abierta sí, expuesta no. Se generan olores, ruidos, desorden… Sin embargo, me gusta cómo explicas la evolución de mis plantas en paralelo a la apertura de la cocina y cómo este proceso ayuda a visibilizar el trabajo doméstico y diluye los roles de género que durante tanto tiempo han condicionado la vida de la mujer y han estrangulado la creatividad en la vivienda colectiva.
MP Sin duda yo creo que la cocina es la pieza más sensible de la casa para observar la evolución de los cambios sociales. Cada vez se despliega un abanico más amplio de maneras de habitar, desde quien cocina menos a quien hace de ello un ritual en sus ratos de ocio, o quien simplemente cocina diferente y requiere otras prestaciones. En unos años cambiaremos radicalmente nuestra dieta por salud y sostenibilidad. Hay quien defiende su inevitable externalización, sin duda una opción más, pero no la única, puesto que también surge con fuerza la necesidad de controlar lo que comemos.
La dificultad del acceso a la vivienda está planteando la necesidad de fórmulas de cohabitación para jóvenes, pero también para mayores, quizá en una búsqueda de acompañamiento y apoyo mutuo para no envejecer en soledad. Las viviendas colaborativas acumulan ya una larga tradición, pero no son una opción al alcance de todo el mundo y, además, implican un modelo que pasa por distintos grados de lo común.
LLN En el edificio en el que vivo, construido en 1932, la azotea servía para tender la ropa, los niños montaban en bicicleta, eventualmente para celebrar alguna verbena y para almacén de trastos viejos. Estos usos implicaban renovar el suelo de rasilla aproximadamente cada diez años. Yo soy partidario de suprimir los citados usos. No soy el único que sostiene esta actitud, tal como ha sucedido en el paradigmático edificio de Le Corbusier, la Unité d’Habitation en Marsella, cuya cubierta se habilitó para solaz de niños y mayores. Hace unos diez años tuve la oportunidad de visitar esta famosa cubierta, y me asombró la completa desaparición de toda la parafernalia, montada de inicio, para el ocio de los habitantes de la casa.
Me pregunto: ¿Si no será, como sospecho, a causa del mantenimiento que exigía la famosa instalación?
MP No basta el edificio, ni siquiera el mejor edificio. Necesario, pero no suficiente, no podemos pensar el edificio separadamente del sistema de relaciones sociales insertas en el mismo. Cualquier elemento común y la vida en comunidad requieren regulación y rituales de socialización. Recuperar las cubiertas en nuestro clima, no solo cambiaría el paisaje de la ciudad, sino que sería un espacio de oportunidad para la convivencia. Para mí la solución no es evitar el problema, sino el reto de proyectar la convivencia de la mano de sus habitantes.
Entre la pila de papeles sobre la mesa de trabajo, distingo plantas objetadas, corregidas, sometidas a la comprobación del doble decímetro que Nadal siempre tiene a mano. Ajusta centímetros hasta llegar al trazado más óptimo. Revisa sus propios proyectos repensándolos, ahora sin plazos, ni fecha de entrega. Y es que a lo largo de estos diez años no ha habido visita en la que Lluís no reitere: “Añoro mucho la profesión, la he disfrutado y vivido con mucha intensidad”.
Leída, esta frase no puede transmitir la emoción de sus palabras. Nostálgica, aunque no triste, esta frase emana y contagia una tremenda ilusión: la ilusión por habitar. Aunque cite la profesión, enseguida te das cuenta de que habla de una manera de estar en el mundo de la que uno no puede retirarse.
Para acabar esta entrevista presentaré al personaje. El señor de sombrero que aparece en la fotografía es Lluís Nadal. A su lado, el abad de Poblet que hizo las veces de cliente en la obra del Palau Nou del Abat del Monasterio de Poblet. No van conversando, pero si nos fijamos en el lenguaje corporal, yo diría que están compenetrados, que hay cierta sincronización en el movimiento: la posición del brazo, los dos cabizbajos mirando hacia el suelo que pisan al andar. Tal compenetración sugiere complicidad. Una complicidad que, conociendo a Nadal, debió alcanzarse con el tiempo, mientras duró el encargo en que cada uno se ganó la confianza del otro. Nadal va por delante, a poca distancia del abad. Se trata de un arquitecto al servicio del cliente que adquiere el compromiso responsable de ajustarse tanto a las necesidades del programa como al presupuesto de la obra. Servicial, por tanto, pero no servil. La pareja está descentrada y es proporcionalmente pequeña respecto a la fotografía, protagonizada por la obra, en este caso Poblet. Existe un momento en el proceso de proyecto en el que se cierra la negociación entre las constricciones que se imponen desde fuera, que tienen que ver con el contexto social y económico, el entorno físico, el programa y, por otro lado, otro tipo de constricciones que son personales, internas al proceso, y me remito a mi primer recorrido por la obra de Nadal. Pero llega un momento del proceso en el que ya no hay lugar para más inputs, ni del cliente, ni del arquitecto. Un momento en el que simplemente el arquitecto queda a disposición de escuchar las leyes propias de cada proyecto, y encuentra libertad en la manera de aceptar las leyes.