Paper #2
Vaciar la casa
Hablar de vivienda siempre tiene lugar. Y en el contexto de esta publicación, explica el comienzo de muchos estudios de jóvenes arquitectos que tratan de acceder a sus primeros encargos a través de concursos de vivienda pública.
Nos situamos pues en el mundo de la vivienda social, quizás el único territorio donde nos es posible posicionarnos un tanto distanciados de los criterios conservadores y mercantilistas que habitualmente se despliegan alrededor del tema de la casa; desde aquí se observa que la mayor parte de la vivienda social que se construye en Cataluña deriva linealmente de la vivienda burguesa, donde los amplios –a veces misteriosos- pasillos se reducen a pasos escuetos o las generosas estancias se escalan hasta ajustarse a la medida de la cama. Frente a esta situación, se debería buscar una vivienda con identidad propia donde las estrictas y necesarias limitaciones de superficie y precio no vayan en detrimento de la cualidad de la misma.
Se hace necesaria una redefinición de los programas, más allá del número de habitaciones, que se refiera al modo de habitar. Tan solo se alude al habitante mediante la especificación de viviendas para jóvenes o para gente mayor, y no se trata de una cuestión de uso sino de una calificación urbanística. Esta redefinición debería venir acompañada de una actualización y simplificación de las normativas donde el grado de obsolescencia de ciertas ordenanzas redactadas hace décadas acaba invitando a que aquellos requerimientos razonablemente exigibles se traduzcan en banales soluciones arquitectónicas. Aunque en muchas ocasiones la Administración Pública se vea obligada a abandonar aspectos esenciales para centrarse urgentemente en aspectos vitales, no es justificable la inmovilidad que rodea el tema de la vivienda, donde frecuentemente es la inercia lo que le impide adaptarse a su tiempo. Supone todo un reto, el intentar dar la vuelta a esta situación, asumiéndola como una serie de constricciones de proyecto, sin renunciar a una cierta búsqueda en torno al espacio doméstico. La dignidad de la vivienda como atributo, no es algo que se pueda adquirir a posteriori sino que se gesta desde el proyecto; “una vivienda digna” significa más que un lugar, una actividad: verdadera manera de vivir.
Si se entiende el proceso de habitar como la acción de dejar huellas, se puede aceptar que no existe punto de inflexión entre el proyecto, la construcción, y la vivencia de una casa. Entre el acto de colgar un cuadro, la decisión de levantar una pared de obra o decidir la orientación de una habitación, no hay discontinuidad. Arquitecto, constructor y usuario toman sucesivamente el relevo de habitar. Todas las decisiones del proceso, cómo entra la luz en una habitación, cómo resuena o cómo se amuebla… repercuten en la casa vivida.
En vivienda colectiva, dada la distancia entre el usuario y el arquitecto, es este último desde el proyecto quien se erige como primer habitante. Como expone Robin Evans, "ningún documento como la planta describe la naturaleza de las relaciones humanas, pues los elementos cuyo trazo registra –paredes, puertas, ventanas y escaleras- se emplean primero para dividir y, más tarde, para re-unir selectivamente el espacio habitado." 1 Cabe preguntarse cómo el arquitecto, a través del proyecto y sobre todo de la planta, habita la casa.
Si bien todos los factores citados anteriormente afectan a la planta de vivienda social antes de comenzar el proyecto, lo que prosigue recoge una serie de limitaciones detectadas desde la práctica común como una problemática nuclear e intrínseca al proyecto del interior doméstico en la vivienda social. A través de nuestro trabajo, desarrollado a través de concursos, pretendemos mostrar parte de dicha problemática, identificando dichos condicionantes y citando mecanismos o estrategias para afrontarla. La disposición de la cocina en fachada, la vinculación del lavadero a la cocina, la dualidad zona de día y de noche, la especialización de las estancias, la reducción de los núcleos verticales… son algunos de los condicionantes que a nuestro entender tiranizan la planta.
Una de las piezas que han perdido la magia de antaño son las escaleras, que optimizadas por coeficientes de repercusión se estrangulan en espacios compartimentados por las normativas de incendios que velan por la seguridad de sus habitantes al tiempo que destruyen cualquier discurso sobre “promenades” y gradientes de transición entre el espacio público y el privado. En el caso del concurso de viviendas en el Polígono Mas Lluí (Sant Just Desvern, Barcelona), el protagonismo formal que cobra el núcleo vertical afecta directamente a la conformación de la planta de vivienda. La complicidad geométrica entre ambos genera un juego de positivos y negativos que traba el espacio comunitario y el privado, estableciéndose un gran vínculo entre la unidad de agregación y la tipología de vivienda.
El patio en fachada se convierte en el elemento generador de toda la planta. Las líneas geométricas que acotan el patio se abren en forma de abanico y penetran hacia el interior de la planta para inscribir y dar forma al núcleo de comunicaciones. Mientras la simetría del contorno del espacio comunitario garantiza la igualdad de las dos plantas vecinas, la disposición asimétrica del ascensor y la escalera permite liberar un vacío entre ambas piezas que, a modo de vestíbulo previo, se dilata en las puertas de entrada. Esta disposición permite también que ambas circulaciones verticales disfruten siempre de vistas hacia el exterior, arrojando la mirada tangencialmente sobre los muros que delimitan el patio.
Frente al movimiento inducido por el núcleo, el resto de la planta se organiza respondiendo a la geometría ortogonal de la envolvente del bloque. Los espacios servidores aparecen agrupados en banda lineal, apoyados sobre las medianeras, liberando el centro de la planta y eliminando la tradicional franja central que ocasionaba la segregación de la planta y la consecuente dualidad entre zona de día y de noche. Mientras, las habitaciones se sitúan en los extremos de la planta, buscando las máximas distancias entre ellas. El resto, el espacio vacío, recorre toda la planta conformando una gran sala pasante. Se trata de un proceso que consiste en vaciar la planta. La eliminación de la dualidad zona día/noche y la sala pasante dotan a la planta de cierta reversibilidad que repercute en la organización del bloque y la variación de la fachada, matizando la repetición de la unidad de agregación.
Alejar la cocina de la fachada y diseminar el lavadero son otras dos estrategias empleadas en la propuesta para Mas Lluí. Por un lado, el hecho de replegar la fachada hacia adentro a lo largo del perímetro del patio permite ventilar e iluminar la cocina; por otro, situar la lavadora en la franja de servicios y separarla del tendedero, absorbido en el grosor de fachada del patio, garantiza su conexión visual con el exterior, muchas veces hipotecada por el lavadero. La posición de la cocina en el centro de gravedad de la planta es clave no sólo por su capacidad para articular el vacío o para garantizar la permeabilidad visual de la planta en una especie de “transparencia a través de lo sólido”. No únicamente por generar dobles circulaciones que alargan la casa en itinerarios alternativos, sino por encontrar, además, las distancias necesarias y suficientes que insinúan cómo se habitará la casa.
Desde el umbral de entrada, el vacío, recogido por el falso techo, se derrama por toda la planta hasta alcanzar las dos fachadas. A su paso, se dilata en bolsas de actividad: la zona de estar próxima a la fachada, la zona de comer junto a la cocina, así como las entradas tangenciales a las habitaciones, hasta llegar a un último rincón de uso ambiguo como una habitación sin nombre que podría llegar a independizarse y funcionar como la cuarta habitación habitualmente exigida en una vivienda protegida de esta superficie (90 m2). Se trata de manipular el programa, y dar un tratamiento de habitación comodín a esta pieza, susceptible de sumarse al vacío para lograr la sala pasante.
En esta propuesta, la casa no responde tanto a la compartimentación geométrica del espacio, sino a un conjunto de relaciones espaciales de proximidad o contigüidad que hacen compatibles diversas actividades. Tan solo las habitaciones aparecen como ámbitos estancos reservados a la intimidad que constituyen los espacios aislados frente al espacio compartido que tanto las conecta como las separa. Según se mire, la vivienda carece de pasillos; o bien, se han transformado en un gran distribuidor, que se alarga a través del todo. En esta vivienda es difícil determinar dónde empieza o dónde acaba la sala de estar. La ambigüedad de los límites espaciales sugiere cierta potencialidad de uso que responde a un modelo de flexibilidad más allá de la simple movilidad física de los elementos.
Existe cierta continuidad entre la planta para el concurso de Mas Lluhí y el proyecto para un edificio de viviendas plurifamiliar entre medianeras de PB+2, situado en els Pallaresos (Tarragona). La estrategia trazada es muy parecida; se trata de una unidad de agregación de dos viviendas por rellano cuyo núcleo de comunicaciones se articula para generar el acceso tangencial a las viviendas a partir del desdoblamiento del muro perimetral. Esta distorsión del núcleo vertical se exagera para inscribir unas entradas de luz cenital de manera que la caja de escaleras adquiere el carácter de patio, llevando luz al corazón de la planta y devolviendo a la escalera su cualidad de espacio de transición frente al habitual recorrido, hermético y aburrido. El movimiento del núcleo provoca el giro de la planta, rompiendo la simetría y permitiendo la inversión del esquema tipológico. Dicho giro provoca la centrifugación de los servicios, aglutinándose en las medianeras para liberar el centro de la planta; como resultado, los límites de la sala de estar cobran cierta ambigüedad diluyéndose en un continuum cuya forma resulta directamente de la acción de moldear el núcleo vertical. Una vez más, la trabazón entre el espacio comunitario y el privado da unidad al proyecto a través de un único gesto. En este caso, la articulación del núcleo constituye, también, una respuesta al lugar, compensada la superficie de las dos viviendas desarrolladas en una parcela trapezoidal, donde un esquema simétrico hubiera exagerado la diferencia.
Vaciar la planta implica a veces llenarla previamente.
Es el caso de la planta de un edificio en Can Caralleu (Barcelona), desarrollada a partir de un concurso de viviendas de alquiler para jóvenes. Se trata de un único espacio de 40 m2 articulado alrededor del núcleo sanitario. La clave del proyecto está en ajustar las distancias entre dicho núcleo y el perímetro contenedor. Por un lado, desplazarse respecto al centro de gravedad de la planta permite liberar la distancia suficiente para que aparezca el umbral de entrada, la zona de lavado y la cocina; por otro, la pieza exenta genera una doble circulación que permite percibir el espacio como ilimitado, de manera que nunca se vuelve hacia atrás. La ocupación del núcleo, activa el vacío a su alrededor percibiéndose no tanto como espacio restante sino como un espacio que se descubre mientras se recorre, es decir, mientras se vacía.
Esta planta no es, sin embargo, la que fue premiada en el concurso. La imposibilidad de un cambio de planeamiento obstaculizó el desarrollo de la planta original. Dato que revela otra de las realidades de los concursos de arquitectura: no se eligen proyectos, sino arquitectos.
En la planta original, se desarrolló otra estrategia que consistía en retranquear las medianeras entre viviendas. La macla de dos células contiguas generaba una cierta complicidad geométrica al llegar al núcleo de comunicaciones, donde escalera y ascensor quedaban absorbidos por los retranqueos del sistema. Mecanismo que también daba respuesta a las inclinaciones impuestas desde el planeamiento por el perímetro regulador. Mientras que en el interior de la vivienda, permitía dilatar las visiones diagonales a través de la planta, rompiendo los límites con paredes correderas que insinuaban la continuidad de las fachadas multiplicando el espacio percibido. Cocina y habitación construyen desde el fuera de campo un espacio sugerido al habitante más allá de la sala de estar. La casa se expande por sus límites y se vacía diagonalmente.
Insistiendo en las plantas de reducida superficie, donde la idea de vaciar la planta cobra especial relevancia, cito a continuación un ejemplo desarrollado en el concurso convocado para jóvenes arquitectos de Gran vía-Química (Barcelona), donde se opta por una organización plurinuclear del espacio servidor.
El bloque sanitario se disemina en dos piezas que articulan y diagonalizan el vacío habitable donde dormir, estar, comer y trabajar, son actividades que conviven “entre y entre”. Baño y cocina, agrupados en franjas lineales garantizan dobles circulaciones que alargan la casa, al tiempo que liberan espacios intersticiales que permiten tanto mirar a través como esconder detrás de. La casa, a pesar de su escasa superficie, pierde el carácter de plataforma explícita para cobrar el misterio del cofre mágico. La intención es, una vez más, no ver todo el espacio en un único golpe de vista, sino esconder algo más allá, que permita sugerir una casa ilimitada. La variación tipológica del bloque se consigue a través del vacío, pues los núcleos de espacio servidor son siempre los mismos y es el espacio vacío que los separa, lo que se adapta a las distintas situaciones y orientaciones.
Si en los proyectos presentados hasta ahora, el espacio se esconde y se protege, más que ofrecerse a la mirada del visitante, en la propuesta para el concurso de la calle Fluviá (Barcelona), la búsqueda se orienta hacia la promiscuidad del espacio doméstico. La planta desarrolla una matriz de habitaciones comunicantes, separadas, a la vez que minuciosamente interconectadas. Si en anteriores propuestas primaba la ambigüedad de los límites entre espacios donde se minimizaba el número de puertas, en este caso, dicho número se multiplica para sumar espacios contiguos. Se borran pasillos y aparecen en su lugar habitaciones pasantes. Frente a la convencional especialización del programa, donde a cada habitación se le asigna una función concreta, esta organización de la planta donde desaparece la rimacía de la sala, sugiere una neutralidad y ambigüedad de uso, a partir de una secuencia de espacios de la misma dimensión que pueden intercambiar usos de manera flexible.
La disposición en damero acentúa las visuales diagonales que cruzan la casa de extremo a extremo. Las visiones axiales proporcionan una profundidad de campo que pone en relación los distintos paramentos que enmarcan, uno a uno, los espacios sucesivos. Continuidad que no debemos leer como un espacio fluido, donde los límites se disuelven, sino todo lo contrario: un espacio que potencia y da un nuevo valor a cada umbral cobrando el carácter de espacios intermedios con independencia y entidad propias. El resultado de esta peculiar manera de mostrar el espacio es que el todo es mayor que la suma de sus partes. La sensación de profundidad es mucho mayor que la misma distancia, en un espacio fluido. La casa sugerida se multiplica. Y se multiplica no sólo por lo que se llega a ver sino sobretodo por lo que no se ve: el espacio fuera de campo.
La casa sugerida es una casa expansiva donde las puertas deslizantes actúan como dispositivos telescópicos que al abrirse absorben el espacio “entre y entre”. Las habitaciones porosas rompen así sus límites más evidentes para “parasitarse” entre sí. Esta casa sugerida oscila entre la expansiva y la concentrada, pues al cerrarse una tras otra, esos mismos mecanismos se invierten y la casa sugerida se repliega en rincones de intimidad respondiendo más a un modelo de casa concentrada.
En este proyecto, se retoma la idea de disociar cocina y lavadero. Mientras cocinas y baños se agrupan en una banda activa de espacios servidores, el lavadero salta a otra de las franjas que estructuran la planta tipo del edificio, donde se agrupan los núcleos de circulaciones. Los lavaderos individuales, alineados en batería, suman una unidad mayor capaz de recibir un tratamiento global en fachada, en vez de salpicar individualmente y lastrar la composición del alzado.
Este intento de transformar el lavadero en un elemento de la planta que trascienda su función, se retoma en otra propuesta de viviendas para jóvenes y gente mayor en el concurso de Les Borges del Camp (Tarragona). La planta tipo de la volumetría desarrollada en Pb+2, se organiza a partir de una pasarela que recorre el solar para dar acceso a seis viviendas por rellano de una y de dos habitaciones, de 40 y 50 m2, respectivamente. Dicha pasarela desarrollada a lo largo de la medianera se ilumina cenitalmente a través de un lucernario lineal y mediante unas cajas de luz que pautan el recorrido comunitario, señalando y recogiendo, a su vez, los umbrales de entrada a las viviendas. Dichas cajas de luz constituyen una cierta complicidad entre el espacio comunitario y el privado. Desde el interior, estos elementos actúan como cámaras ventiladas que garantizan la iluminación natural de los baños al tiempo que acogen el tendedero. La diseminación del lavadero facilita la optimización del espacio en la vivienda de superficie reducida. La lavadora, recogida en un armario, se sitúa en el umbral de entrada, un espacio intermedio que evita la visión directa sobre el estar, a la vez que deja en segundo plano el acceso al baño. En este caso, la posición de la cocina en fachada, no hipoteca la relación de la vivienda con el exterior, sino todo lo contrario, al sumarla al espacio del estar, este trasciende sus límites inmediatos para gozar de una perspectiva ininterrumpida de toda la fachada desde el interior. En una vivienda de esta superficie, el poder contemplar el despliegue de elementos de grandes dimensiones hace crecer la casa sugerida.
La mayoría de las plantas que hemos revisado son fruto de concursos frustrados. Nosotros pensamos que los concursos no se ganan, sino más bien no se pierden. No es casualidad que los concursos que hemos logrado no perder, responden a propuestas de vivienda más convencionales.
Los concursos que convoca la Administración Pública catalana no se plantean para pensar sobre la casa sino para resolver desde el oficio. Los promotores públicos por su parte, se esfuerzan por redactar libros de estilo que abrevian la reflexión sobre la vivienda. En la mayoría de los casos, en términos de espacio doméstico, apenas existe diferencia entre la promoción pública y la privada. Dentro del círculo cerrado que bloquea la evolución de la casa, entre una demanda conservadora y una oferta que se escuda en el mercado, la vivienda se presenta a través de la calidad de prestaciones y acabados, y no de la cualidad del espacio doméstico. Sin embargo, la diversidad de ocupación exige pluralidad de modelos más acordes con la vida actual, que requieren un mayor riesgo por parte de la Administración, tanto en la renovación de una regulación más abierta, como en la formulación de enunciados de concursos que primen la búsqueda frente a la resolución.
Nosotros como arquitectos recurrimos a los mecanismos y estrategias citadas: La doble circulación, la diagonalización de la planta, la complicidad geométrica entre el núcleo vertical y la vivienda, la escalera como lugar, la diseminación del lavadero, la habitación comodín, la desocupación del centro, la permeabilidad de la cocina, las habitaciones comunicantes… no tanto para innovar como para reinventar la vivienda con el fin de poder soñar la casa donde, como primer habitante, poder decir: yo, aquí, viviría.
- 1Traducciones, de Robin Evans.