Paper #4

VíNCULOS

Por
Marta Peris
ACTAR-COAC. Cité de l'Architecture & du Patrimoine. Comisarios de la exposición: Esteve Bonell, Marta Peris, Albert Ferré.
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Tras escrutar el panorama de la arquitectura catalana, trazamos algunas líneas que nos ayudaran a racionalizar una manera de mirar capaz de trasmitir el abanico de actitudes, intereses y maneras de hacer… Veamos primero algunas consideraciones previas.

 

El encargo de Fernando Marzá nos invitaba a mostrar aquellos rasgos diferenciales que identificaran la particularidad de la arquitectura catalana de los últimos cinco años, si es que existía, frente a la globalización que inunda los discursos disciplinarios. Y encontramos que en casi todos los proyectos aparecían fuertes vínculos con el lugar, una voluntad de diálogo con lo existente que nos alejaba de lenguajes globales. Obra construida era otro de los requisitos de la muestra. Sin embargo, incluir algunos edificios en fase de construcción explicaba el hecho de que no sólo nos interesara la arquitectura como resultado sino también como proceso. Dicho estadio intermedio permitía rastrear y revelar estrategias.

 

La estructura temática de la exposición intentaba evitar la mera clasificación para enunciar algunas de estas estrategias, que fueron apareciendo desde la mirada del conjunto, a medida que revisábamos las obras. La construcción del vacío, paisajes, nuevas identidades, continuidades, y límites, intentaban vislumbrar dichas actitudes. Dos secciones más, vivienda y equipamientos, escapaban intencionadamente de dicha estructura temática, para explicar la importancia y presencia de la obra social en Cataluña promovida por la Administración Pública. Mientras unas obras se alineaban claramente con alguna de estas estrategias, otras eran capaces de suprimir fronteras y redefinir categorías desde su ambivalencia, que no ambigüedad, y es que si primero observamos para ver las diferencias entre estrategias similares de una misma familia, después, al comprenderlas, encontramos parecidos entre obras de distintos linajes. En algunos casos, debían ser posibles las dobles lecturas, no tanto desde la interpretación como desde las estrategias asumidas… es precisamente este hecho lo que esquivaba la remilgada formalidad que lleva aparejada toda clasificación. Seleccionar diez obras de la muestra abre un posible camino, no para explicar diez proyectos de arquitectura, sino para entender a través de ellos las estrategias que leímos.

 

En la Fundación Alicia, la nueva intervención completa el conjunto formado por el Monasterio de Sant Benet de Bages, la vieja fábrica textil y la casa de sus propietarios. Se trata de un ejemplo que podría incluirse en continuidades, donde la propuesta se integra en el conjunto a través de un diálogo de contrastes, evitando resonancias formales: los reflejos y transparencias del vidrio frente a la construcción en piedra, geometrías poliédricas frente a la rotundidad de la planta ortogonal. Sin embargo, la delicada manera en que el edificio se apoya sobre la traza preexistente del muro de piedra que limita el recinto, dando forma al vacío intersticial entre los edificios del conjunto y actuando más como puerta que como cuarto edificio, alinea este proyecto a las estrategias de vacío. Un vacío que, frente a la centralidad del claustro del Monasterio, se centrifuga al perímetro para redefinir el límite al que se pega, generando una grieta que le permite acercarse a la antigua tapia de piedra sin llegar a tocarla. Esta grieta, que incorpora una visión sesgada del cielo al edificio, se extiende hacia el interior del mismo a través de pequeñas incisiones de vacío que articulan la planta y los principales paquetes del programa funcional. Estos repliegues de la fachada hacia el corazón de la planta impregnan el espacio interior del carácter del lugar a través de un juego de transparencias y reflejos del muro de piedra. 

Fundación Alicia
Fundación Alicia. Clotet Paricio. Fotografías de Lluis Casals

La entrada, situada en la fachada sur, evita la frontalidad del recinto para buscar el acceso tangencial más próximo al centro del conjunto. Este ingreso se produce a través de un espacio intermedio: la sombra generada por una pérgola de madera que protege la fachada sur del edificio matizando el reflejo para buscar la transparencia. Unos lucernarios incorporan luz cenital a la secuencia de luces y sombras, a través de las cuales se hace explícita la profundidad del edificio. En una visión aérea del conjunto, dichos lucernarios colonizan la cubierta a través de unos volúmenes que adquieren mayor escala al incorporar las instalaciones, dotándola de un grano capaz de dialogar con los campanarios y el despliegue de cubiertas que coronan el monasterio. Este límite vaciado y cambiante que envuelve y fagocita el edificio se convierte en el mecanismo generador de la planta y, por tanto, constituye la principal estrategia del proyecto. Este edificio puerta construye un vacío, redibuja un límite y marca una dis-continuidad. 

 

En el caso del mercado de Inca, la lectura de un único gesto capaz de dar respuesta a distintas situaciones del entorno a través de la deformación del plano del suelo explicaría el tratamiento topográfico que alinearía este proyecto a las estrategias de paisaje. Una cinta de madera recoge el acceso del aparcamiento para transformarse luego en pérgola o desdoblarse, finalmente, logrando mayor altura donde el programa de oficinas o locales comerciales lo solicita. Altura que nunca rebasa la cota de cubiertas del casco antiguo lindante. Por otro lado, la decisión de acumular la mayor densidad de edificación a un lado del solar, allí donde el entorno alcanza la altura más agresiva, o la de recuperar la sección de las estrechas calles perimetrales que recuerdan el tejido histórico, nos podría estar hablando de la construcción de límites. Sin embargo, la lectura como vacío es quizá la más reveladora: dilatar el sistema de espacios públicos del casco antiguo al desocupar el centro liberando un vacío que se remite al origen del mercado como plaza. Una plaza soporte de distintos usos que ofrece una solución de continuidad entre el espacio vacío y el cubierto, generando cierta ambigüedad entre interior y exterior. La utilización del bloque de hormigón visto, los fragmentos del paisaje exterior recortados y enmarcados por la cornisa del edificio, la generosa entrada de luz y aire a través de los pliegues de la cubierta, logran exteriorizar el espacio interior del mercado.

 

Algunos proyectos como el mercado de Inca o la biblioteca de Sant Antoni se insertan en tejidos muy consolidados y, sin embargo, no fueron incluidos en continuidades porque se abstuvieron de utilizar mecanismos de integración. El diálogo con el lugar se logra a través de la construcción de un vacío, que desaloja el espacio necesario para dar un nuevo valor a lo existente. En este segundo caso, la intervención revela el potencial de un interior de manzana como espacio público abierto a la ciudad.  El edificio de la biblioteca moldea el programa para abrir una puerta de escala urbana. Una sala de sección escalonada ofrece una atmósfera lúdica de lectura al tiempo que da forma al espacio intermedio y a la luz filtrada, configurando el umbral urbano. La edificación se extiende a lo largo del perímetro del solar para coser y dar grosor a las medianeras del interior de manzana. Esta idea de medianera se reconoce, también, en el tratamiento de la fachada. Por un lado, la piel de chapa metálica perforada olvida la composición de huecos que caracteriza este tejido urbano, barriendo toda la altura del edificio con un único elemento. Por otro, la ubicación de los espacios servidores de circulación en fachada niega el Ensanche, volcando el programa hacia el interior de manzana. Señalar la discontinuidad del plano, al retrasar e inclinar el dintel urbano advierte al ciudadano de la presencia escondida del nuevo espacio público. También, a través del reflejo del vidrio y la chapa lacada, la percepción del espacio interior se amplia atrayendo al paseante. El programa del centro de día se estira para dar forma al vacío. Un porche crea una sombra que bordea el perímetro y acerca al paseante a la piel del edificio. Juegos de niños entre tamarindos habitan el vacío puntualizado por la antigua chimenea, huella industrial que convive con el tejido residencial que caracteriza la complejidad programática del Ensanche Cerdà. Este edificio habita un límite, construye un vacío y, además, es una biblioteca-casal.

Biblioteca Sant Antoni
Biblioteca Sant Antoni, RCR Arquitectes. Fotografía de Eugeni Pons

En el caso de la Biblioteca Jaume Fuster, el edificio se pega a uno de los límites de la plaza Lesseps, completando la sección de la calle lindante. El trazado cóncavo de dicha calle queda recogido por la planta hexagonal cuyo lado convexo genera una marquesina, una profunda línea de sombra que anuncia a la plaza el umbral de entrada a la biblioteca. Las dos cornisas, la cóncava, definida por los edificios preexistentes y la nueva, convexa, dialogan entre sí sumando el skyline en profundidad. La nueva biblioteca no tapa sino que recorta, enmarca y presenta una nueva manera de ver el paisaje urbano a modo de basamento. La fachada del edificio tiende a minimizarse, a desaparecer bajo la cubierta como zócalo urbano que matiza la entrega con el suelo del telón de fondo. El edificio se funde con las preexistencias logrando una unidad de mayor escala capaz de responder al vacío de la plaza Lesseps. Todos estos mecanismos topográficos de diálogo con el lugar, más propios de estrategias de paisaje, se explican también por su ubicación en un corredor verde que conecta Collserola con la plaza Lesseps. La manipulación topográfica de la cubierta, en el interior, se pone al servicio del programa. El escalonamiento y el vaciado de la sección ofrecen y construyen distintas situaciones que dotan de una cierta flexibilidad de uso al edificio. Una flexibilidad que no tiene que ver con la transformación objetiva del espacio sino con la percepción subjetiva del usuario, generando distintas atmósferas o ambientes de lectura para cada lector. Espacios más amplios y abiertos frente a lugares más íntimos o recogidos dotados de cierta capacidad de aislamiento, configuran este paisaje fenomenológico interior. Este edificio se apoya en un límite, configura un paisaje y, sobre todo, es una biblioteca.

 

La planta de la casa en Bescanó se podría leer como una casa que se organiza alrededor de un patio abierto al paisaje por uno de sus lados. Sin embargo, en sección, el patio pierde sus límites para conectar cubierta y suelo en un continuum que alarga la experiencia de la casa, ensamblando suelo natural y artificial. Las maquetas conceptuales revelan dos maneras de trabajar. Por un lado, una serie de muros que distribuyen el programa y las circulaciones a los que se adosan los paquetes de espacios servidores y, por otro, la estratificación de forjados inclinados que moldean y cualifican el espacio interior al tiempo que definen la topografía de la cubierta. En ambos casos, las maquetas presentan la casa como una extensión artificial del terreno natural pasando a formar parte de él. La edificación transforma el lugar a través de estrategias que sitúan esta obra en Paisajes.  La posición de la casa en el límite de un salto topográfico genera distintas relaciones con su entorno más próximo. Por un lado, la copa de los árboles se sitúa a la altura de una barandilla, por otro, el entramado de ramas constituye un filtro a través del cual mira la sala de estar. La cubierta de basalto enmarca y subraya en negro las vistas que alcanzan distinta profundidad de campo ofreciendo un abanico de situaciones al habitante. Unas veces, la inclinación de las losas apunta hacia el horizonte para fundir el skyline del edificio con el de las montañas del fondo. Otras, la cornisa ondulada acota el patio doméstico. La proliferación de muros desplazados entre sí potencia relaciones diagonales entre espacios. La prolongación de los muros y las losas de cubierta, permite proyectar el espacio interior hacia el exterior, al tiempo que atrapan el paisaje enmarcado creando unas líneas que vinculan el edificio al terreno. La casa se apropia así del espacio exterior. Definir leyes, distancias habitables entre muros, permite leer la casa como un sistema que, al poder crecer indefinidamente siguiendo pautas de ocupación, se impone a la forma logrando que la casa pierda el carácter de objeto acabado y predeterminado. Un momento congelado del proceso de construcción es tan revelador como la casa habitada. 

Casa Bescansó. Josep Ferrando
Casa Bescansó. Josep Ferrando

Una actitud diametralmente opuesta es la del Hotel Aire, donde la intervención no se arraiga en el lugar como en el caso anterior, sino que asume la condición de frontera como estrategia de proyecto, regulando la permeabilidad entre dos medios o situaciones diferentes. Conceptos como umbral o marco explicitan la voluntad de señalar ciertas discontinuidades en el lugar. El paisaje árido y despejado de Bardenas, podría explicar la intervención del Hotel Aire como un asentamiento respetuoso y silencioso que intenta acercar el visitante al carácter rural del entorno. La necesidad de colonizar el lugar para hacerlo habitable, protegerlo del viento frío y seco del cierzo o matizar la sensación de vértigo horizontal que provoca y extiende el llano del valle del Ebro, lleva a construir un límite que acote un espacio capaz de domesticar la experiencia del lugar. Esta primera decisión sitúa este edificio en la sección Límites. Se propone un cerramiento perimetral, formado por cajas recicladas apiladas, que actúa como cortavientos sin perder su permeabilidad al aire. Límite que a noreste pierde compacidad para diseminarse en una ordenación de volúmenes compuesta por agregaciones de una, dos o tres habitaciones. El cambio de grano permite controlar el vacío entre las piezas y romper la repetición monótona de elementos para cobrar unidad de conjunto. Desde dentro, este límite es permeable no sólo al aire sino también a la mirada. El vacío entre piezas ofrece fragmentos del paisaje exterior que complementan el sereno ajardinamiento del recinto, como fugas visuales que recuerdan al visitante dónde se encuentra. Desde el exterior, las ventanas proyectadas hacia afuera cobran el carácter de cuadro, devolviéndonos imágenes reflejadas del paisaje. Estos fragmentos del horizonte reflejado dan continuidad al campo de trigo interrumpido por la nueva construcción. Mediante este mecanismo, el edificio expresa la voluntad de minimizar su impacto en el paisaje. Desde el espacio interior de las habitaciones, el grosor de las ventanas genera un lugar intermedio habitable que enmarca las vistas, situando al habitante frente a un cuadro que garantiza la distancia necesaria para protegerle de aquel vértigo horizontal, y la distancia suficiente para disfrutar de él. Se trata de una construcción en seco, ligera, desmontable y reciclable, casi capaz de desaparecer dejando pocas huellas en el lugar.

 

Otras veces, la delicada disposición de un objeto en el paisaje implica una importante modificación del lugar. Es el caso de la nueva “Cabana”, donde el programa de ampliación de una masía que incluye este proyecto en la sección de Continuidades, lleva a conectar ambas piezas a través del suelo. El trazado de una rampa surca el terreno, tendiendo un vacío entre ambas piezas. La nueva intervención se integra por contraste en un diálogo de contrarios. Frente a la construcción de muros autoportantes de piedra y cubierta a dos aguas, se presenta la nueva cabaña como volumen arquetípico de chapa de hierro. Frente al pautado de pequeñas y desiguales ventanas donde la sombra esconde los cerramientos, las grandes superficies acristaladas y enrasadas con la chapa de acero corten. Frente a la levedad de la pieza despegada del suelo por una línea de sombra, la pesantez de los muros de piedra anclados al terreno. Frente al alero de la cubierta de teja que se desliga del muro de piedra, el nuevo tejado como pliegue de la piel metálica de fachada… El uso del corten, también como revestimiento de la excavación, da unidad a la intervención reduciendo al máximo el número de materiales. El vacío de la rampa se suma al nuevo volumen, equilibrando la relación con las piezas preexistentes. El vacío actúa como conglomerante que garantiza la unidad del conjunto, donde entre lo nuevo y lo viejo aparece una dis-continuidad.      

Casa Cabana
Casa Cabana, Hidalgo Hartmann Arquitectura

Esta relación con el suelo a través del vacío también aparece en la Torre Cube. El proyecto excava, extrae y hace aflorar líneas topográficas que redefinen el lugar más allá del límite rectangular de la parcela. La huella del edificio se redibuja una y otra vez, desenfocando el trazado primero para multiplicar líneas que crean espacios intersticiales por donde se filtran luz y aire al sótano. En esta planta, los tres núcleos de comunicación que organizan el edificio se enraízan en el subsuelo, reconociendo a trozos la geometría que, extrudida verticalmente, surcará el cielo en las alturas. 

 

Frente a la tipología convencional de torre, que concentraría los espacios servidores y la estructura principal del edificio en el centro de gravedad de la planta, la Torre Cube atomiza el esquema central en una estructura plurinuclear de tres núcleos de comunicación, liberando un vacío en el corazón de la planta que desde el vestíbulo invita a mirar el cielo recortado. Este vacío se expande hacia la fachada, generando huecos a triple altura. Ventanas profundas que dotan el edificio de una doble escala a la vez que le abastecen de vistas, luz y ventilación cruzada. Uno de estos huecos que atienden la mirada lejana del edificio, se acerca al suelo sin llegar a la cota cero, desplegando una escalinata que, más allá de otorgarle una cierta solemnidad, atrae al visitante iniciándolo en el recorrido ascendente que le acompañará hasta el vestíbulo elevado: empezar a subir es levantar la cabeza para descubrir el cielo tras una secuencia de luces y sombras que dilatan el acto de entrar en el umbral. Tras ascender por los núcleos, el visitante domina el horizonte a través de una celosía que selecciona, filtra y recorta el paisaje lejano. Desde fuera, la textura de madera escala la fachada hasta la coronación del edificio. A esta cota, el orden de la planta vuelve a ser visible. El vacío central permite desligar los tres núcleos desalineando el skyline y logrando mayor esbeltez. Tras esta lectura del vacío como instrumento para afrontar los puntos clave del edificio en altura, la entrega con el suelo y el cielo, este proyecto se integra en la sección de Vacíos.  

 

Tanto la Torre Cube como la sede de Gas Natural cuestionan la tipología de edificio en altura. En el caso de la sede de Gas Natural, el edificio surge del ensamblaje de una torre esbelta y de un edificio horizontal, un cuerpo con un potente voladizo que responde a un entorno más próximo reconociendo la pequeña escala de las construcciones vecinas de la Barceloneta, así como el trazado tangencial de la Ronda del Litoral.  La ubicación estratégica del edificio en el límite de un tejido consolidado como la Barceloneta, podría situar esta obra en Límites. La capacidad de redefinir la silueta de la ciudad desde su singularidad podría enmarcarlo en Nuevas Identidades. Sin embargo, tanto el paso peatonal entre los dos cuerpos desde el que se accede al edificio y que enmarca la Torre de las Aguas, así como el potente voladizo del cuerpo horizontal, confieren al edificio carácter de puerta. Por otro lado, dicho carácter se reafirma al completar el eje visual que arranca desde el Arco del Triunfo. Esta lectura del edificio como puerta alinea el proyecto a las estrategias de Vacío. Vacío que, mientras en la Torre Cube separaba los tres núcleos, en la sede de Gas Natural conecta ambos cuerpos. Las visuales desde el interior del edificio varían a medida que el visitante asciende a través de la compleja geometría capaz de mirar en muchas direcciones y reconstruir en la memoria del visitante una visión panorámica y completa de la ciudad. Sólo desde dentro, lejos de la contemplación escultórica, uno puede ambicionar leer todos los vínculos que los arquitectos han hecho visibles atando el edificio al lugar.

 

Desde el patio del Museo de Can Framis, divisamos un fragmento de ciudad protagonizado por un conjunto de edificios cuya ordenación ha sido regulada por el Plan Especial del sector de transformación del Campus Audiovisual en el 22@. Desde este punto de vista cuesta reconocer el tejido del Ensanche. La chimenea y los bloques rehabilitados de Can Framis recuerdan el antiguo barrio del Poblenou y las huellas de los trazados de cultivos que un día ocuparon este territorio, heredadas en las alineaciones de los edificios. Memoria que ha rescatado y descontextualizado algunas piezas excepcionales. Debemos imaginar un tejido urbano abigarrado, obsoleto, de crecimiento descontrolado y meramente productivo. Tanto esta necesidad higienista de esponjamiento de la trama del Poblenou, como la contundente propuesta volumétrica para el Plan Especial del Campus Audiovisual en el 22@, dotan de una Nueva Identidad esta área de la ciudad, cuyo carácter ha cambiado radicalmente debido a la convivencia de diferentes usos, grupos sociales, actividades @ y ocio. También contribuye a esta calificación el contraste de escalas entre los edificios rehabilitados y la monumentalidad de la nueva fachada a la Diagonal. Fachada construida a partir de una secuencia de testeros de edificios orientados en la dirección mar-montaña, que no debemos leer como piezas independientes sino como un conjunto unitario donde el vacío entre bloques es tan importante como el lleno de las piezas.

Can Framis
Museo Can Framis. Jordi Badía. Fotografía de Lluis Pegenaute.

En fotografías antiguas, reconocemos las chimeneas como los elementos que pautaban el paisaje, sobresaliendo en altura del denso magma edificado del Poblenou. En fotos recientes, los edificios enmarcan las chimeneas. Aquella densidad que se extendía en horizontal lo hace ahora en vertical, liberando espacios libres en la cota cero que conquistan las plantas bajas de los edificios logrando la permeabilidad del conjunto. La intervención de Can Framis no puede competir en altura, pero sí construir uno de estos vacíos. La conexión de las naves preexistentes mediante un tercer edificio de nueva planta construye un patio que a la vez de organizar el acceso al edificio permite el diálogo entre lo nuevo y lo viejo. Por un lado, la cornisa horizontal de los edificios que delimitan el patio pone en relación la antigua chimenea con el nuevo skyline vertical que incorpora visualmente la Torre Agbar, enmarcando a modo de basamento el telón de fondo. Por otro, el tratamiento de las fachadas antiguas recoge el collage de texturas que registra la memoria del lugar a lo largo del tiempo. El hecho de que el conjunto esté ligeramente deprimido y desalineado respecto a la trama Cerdà, genera un espacio intermedio que lo desliga de su entorno próximo, logrando que la competencia de distintas escalas no entre en conflicto.  La actitud que presenta este fragmento de ciudad impregnada de singularidad se entiende por la condición límite de su ubicación, dato por el cual este sector podría haberse incluido en Límites. Se trata de una operación que linda con la Diagonal y la plaza de Les Glòries, también en proceso de transformación y, seguramente, una de las encrucijadas más importantes de la trama Cerdà. Dicha singularidad relativiza el concepto de escala. Esta intervención hace permeable un límite, esponja el tejido urbano a través del vacío pero, sobre todo, redefine una Nueva Identidad. 
Estas polifacéticas obras desdibujan aquellas primeras líneas que esbozamos para mirar el abanico de actitudes, esquivando la mera clasificación para mostrar varias interpretaciones en función de las estrategias asumidas. Tantas como vínculos se hicieron visibles en el lugar.