Escalera comunitaria en el Raval
Intervenir en un edificio de 1915, más allá de colocar un ascensor y repensar todo el peinado de instalaciones comunes trazado antes en superficie, implica llegar a un equilibrio entre el soporte y los nuevos elementos.
El ojo de escalera vacío, en torno al cual se desarrolla una escalera de bóvedas catalanas, se ocupa con un volumen vertical que pasa liberando intersticios por donde se filtra la luz y la mirada. El volumen del ascensor se desmaterializa a través de una chapa perforada, filtrando la luz por encima de la puerta de planta, que a modo de ventana actúa como lucernario del rellano. La ventana de vidrio y la chapa perforada erosionan las esquinas del volumen para enseñar los pliegues de las bóvedas e insinuar la continuidad de la escalera, antes explícita.
A contraluz la chapa perforada es permeable a la mirada; en cambio, en escorzo se vuelve opaca escondiendo las vísceras de la maquinaria. Las instalaciones recorren una cámara vertical inscrita en uno de los laterales del ascensor. En cada planta, se aprovecha el punto de mayor canto de la bóveda para distribuir el peinado horizontal hasta cada vivienda, bajo el terrazo preexistente. Una cuidadosa operación que cumple también un requerimiento estructural al colocar un tirante que arriostra la estructura del ascensor a los muros de carga del edificio.
Los pavimentos de mármol carrara y terrazo, las barandillas de forja y los estucos y esgrafiados a la cal se restauraron manteniendo el carácter del edificio sin renunciar a la pátina que contrasta con los nuevos elementos. El revestimiento del ascensor de chapa metálica lacada en negro se relaciona con la forja y se despega visualmente de la losa de la escalera y los muros de carga, reforzando su carácter exento. También el marco de los buzones y la caja que entrega el volumen del ascensor con el nivel del vestíbulo adquieren el mismo acabado, de manera que a través de la materialidad los nuevos elementos se integran en una única operación de contraste entre lo nuevo y lo viejo.
La iluminación artificial se concentra en el ascensor de manera que los elementos de diseño contemporáneo se ubican sobre los nuevos elementos pero dirigen la luz hacia los elementos preexistentes como las bóvedas de la escalera o el techo ornamentado del vestíbulo. De esta manera, lo antiguo cobra presencia y, a la vez, actúan como superficies difusoras que iluminan por reflexión el espacio, escondiendo en la medida de lo posible la fuente de iluminación.